Viaje al fondo de internet: 900.000 km de cable submarino



A ojos de una civilización extraterrestre, los humanos podríamos pasar por criaturas que se comunican bajo el mar. El 99% de las comunicaciones entre continentes se producen en forma de pulsos de luz bajo el océano, a través de los 900.000 km de cables submarinos que rodean el planeta y llegan hasta los lugares más recónditos. Hay cables que cruzan desde Alemania a Corea del sur y de Reino Unido a Japón, y otros que conectan el Ártico o las remotas islas del Pacífico. Una infraestructura gigantesca que permite que hablemos en tiempo real de un extremo al otro del globo.
El ingeniero Paul Deslandes ha trabajado durante los últimos 15 años en la instalación de estos cables de fibra óptica y se ha encontrado en las más pintorescas situaciones. "En Surinam", recuerda, "nos encontramos una anaconda junto a los cables. Y en Guinea con un gran cocodrilo en un manglar". En 2004, Deslandes participó en la instalación del cable de 2.700 km que une Noruega con las islas de Svalbard, en el Ártico, a 600 metros de profundidad. "Los habitantes de estos sitios", añade, "se sorprenden al vernos porque piensan que las comunicaciones van por satélite, no que emerjan de una playa".


Una flota de barcos "guardianes"
La historia de la comunicación submarina comenzó con el pie torcido. El 29 de agosto de 1850, franceses e ingleses tendieron el primer cable telegráfico bajo el Canal de la Mancha entre las localidades de Dover y Calais y apenas pasaron unas horas antes de que un pesquero francés cortara el cable con sus redes. Desde entonces, los incidentes no han dejado de sucederse.
Según datos de la ICPC, el Comité Internacional para la Protección de los Cables, cada año se producen entre 100 y 150 cortes de cables submarinos, con consecuencias para la comunicación de distintas regiones. "Los daños son provocados sobre todo por anclas de barcos o corrimientos de tierra causados por la actividad símica", asegura John Walters, jefe de mantenimiento de Global Marine, una de las principales empresas de reparación de cables submarinos. Su compañía dispone de siete buques en el Atlántico, el Pacífico y el Índico y cada uno de los barcos, explica a lainformacion.com, realiza una docena de reparaciones al año.
"La reparación de una avería", asegura Walters, "depende la complejidad del fallo y de la distancia a la que tenemos que viajar, pero una vez que empezamos a trabajar nos lleva entre tres y siete días reinstalar el cable. Estas líneas están normalmente enterradas a más de 1.000 metros de profundidad y debemos enviar nuestros vehículos robóticos para sacarlos".
El ataque de los peces
Por insólito que parezca, algunas de las averías de los cables submarinos han sido provocadas por la actividad de la fauna marina. Entre 1877 y 1955, se documentaron 16 cortes de cables telegráficos causados por las ballenas que se enredaban en ellos, y era muy frecuente que los peces se comieran el recubrimiento de gutapercha. En 1989, los cables de fibra óptica que pasan por las islas Canarias fallaron hasta en cuatro ocasiones como consecuencia de las mordeduras de los tiburones. "Se sentían atraídos por los campos magnéticos”, explica Walters, “pero las mejoras en el diseño de los cables han eliminado el problema".
Hoy en día los mayores destrozos se producen por grandes seísmos y corrimientos de tierras. En 2005 un terremoto dejó aislado Pakistán y un año después un seísmo al sur de Taiwán cortó la comunicación en Asia durante días, incluidas las transacciones bancarias y los mensajes de spam. Y varios cortes en aguas de Egipto han silenciado temporalmente Oriente Medio en los últimos años. “Apenas hay casos de sabotaje”, relata Walters, “pero sí hemos tenido algunos robos de cable, sobre todo antes de que fueran de fibra óptica”. A pesar de que son infraestructuras estratégicas, los cables no están especialmente protegidos por los países. “Solo reciben atención especial en Australia y Nueva Zelanda”, explica Walters, “donde se ponen sanciones muy duras a los pesqueros y se han dedicado canales para proteger las conexiones”.
Cables para medir las corrientes
Desde los años 90, los cables están resultando útiles para la ciencia y se utilizan en estudios de corrientes marinas. En 1998, Pablo Sangrá,oceanógrafo de la Universidad de las Palmas, utilizó varios cables submarinos en desuso para medir la variación de las corrientes entre las islas de Tenerife y Gran Canaria. “El mar tiene sal y actúa como un conductor eléctrico cuando se mueve”, explica Sangrá a lainformacion.com. “Con un voltímetro en el extremo de cada cable podemos medir la diferencia de potencial que varía en función de la velocidad de la corriente”.
De esta forma, y durante dos años, los científicos comprobaron cómo se movía el agua entre las islas gracias al uso de los cables. “Detectamos de forma muy clara la señal de marea y vimos la variabilidad de la corriente de Canarias, que en verano se intensificaba y que en invierno llegaba un poquito más débil”, resume. Mediante sistemas parecidos, otros científicos han analizado la variación de las corrientes del planeta y su papel en el cambio global. “Hay un cable tirado desde la costa Este de EEUU y las islas Bermudas que están monitorizando desde los años 70”, explica Sangrá. “Los datos de este cable son los que están proporcionando información muy valiosa sobre el cambio climático”. Y no es un caso aislado. En éste, y en otros mares, miles y miles de kilómetros de cables de comunicaciones podrían servir para conocer mejor lo que ocurre en las profundidades.  

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